Al hacer contacto el talón, hay micro movimientos que componen la pronación.
El hueso del talón rueda hacia el suelo y hacia adentro, y el hueso de la tibia rota hacia adentro y luego hacia adelante sobre el tobillo.
Cuando estos movimientos carecen de control debido a tobillos débiles, músculos extrínsecos del pie débiles y calzado con talón elevado y horma estrecha, los movimientos son más grandes y se sobrepronan.
Es decir, tu centro de masa se desplaza demasiado hacia adentro.
La sobrepronación puede causar y agravar el dolor en el talón, el arco, la almohadilla y el pie en general, así como provocar juanetes, neuromas, dolor en la tibia, rodilla, cadera y espalda.
En el caso de supinación también puede ocurrir cuando el tobillo es rígido y carece de movilidad.
Lo que ocurre es que el centro de masa viaja alrededor del exterior del pie.
Si la falta de rango en el tobillo se combina con arcos rígidos, limitando la pronación del mediopié, todo tu peso se concentra completamente a lo largo del borde exterior de tu pie, en huesos pequeños y delicados, y se desplaza hacia afuera a través de los dedos exteriores.
Un pie rígido con un arco alto carece de la movilidad necesaria para cargar a través de las almohadillas del dedo gordo del pie.
Lo cual supone una supinación excesiva y puede llevar a fracturas por estrés en los metatarsianos y hacerte más susceptible a tensiones en los músculos y ligamentos de los tobillos y los pies, así como dolor en la rodilla, la cadera y la espalda.